“Es, por tanto, una de las necesidades de nuestro tiempo vigilar y trabajar con todo esfuerzo para que el cinematógrafo no siga siendo escuela de corrupción, sino que se transforme en un precioso instrumento de educación y de elevación de la humanidad”

S.S. Pío XI



“Que el cine sea ordenado a la gloria de Dios y a la salvación de las almas, y sirva eficazmente para la extensión del Reino de Cristo sobre la Tierra”.

S. S. Pío XII

martes, 30 de agosto de 2011

DOSSIER - EL SACERDOTE EN EL CINE NORTEAMERICANO

EL SACERDOTE EN EL CINE NORTEAMERICANO


“Ofrecer el Sacrificio es la razón de ser del sacerdote”.
(Monseñor Marcel Lefebvre)


“Me permitiré formularos este interrogante: ¿cuál es la función esencial del sacerdote y por qué la estableció Nuestro Señor Jesucristo? (…) No dudo de que en vuestros corazones ya habéis respondido a mi pregunta con aquellas palabras escuchadas cuando la institución del sacerdocio: “Haced esto en memoria mía…”
La Iglesia ha creído y afirmado siempre que mediante esas palabras los Apóstoles recibieron la participación del sacerdocio de Nuestro Señor, es decir, del Sacramento del Orden. Palabras breves, ciertamente, ¡pero cuán cargadas de significado! “Esto”, “en memoria mía”.
-Esto: el Sacrificio de la Cruz continuado, perpetuado en su realidad física y mística; el Sacrificio de la Cruz continuado por el pan y el vino consagrados y transformados sustancialmente en Cuerpo y Sangre de Jesús.
-Esto: el Sacrificio de oblación incruenta de Cristo vivo, inmolado sobre la Cruz una vez para siempre y que continúa intercediendo por nosotros.
-Esto: este Cuerpo y Sangre de Jesús resucitado se convierten en alimento de su Cuerpo Místico: del Sacrificio de la Cruz proceden las gracias de que las almas de los fieles resuciten con el Bautismo, la Penitencia, la Extremaunción y todas las gracias de los Sacramentos. (…)
El sacerdote no tiene razón de ser ni sentido sino en el Sacrificio de la Misa. (…) Todo vuestro ser sacerdotal está hecho para continuar el Sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo y en consecuencia, para llevar las almas a esa fuente inagotable de gracias para su santificación y su glorificación.
Como dice atinadamente el Padre Garrigou: “Así como el sacerdocio es la función sagrada por excelencia, el sacrificio, como su nombre lo indica, es la acción sacra por excelencia. No hay sacerdocio sin Sacrificio. No hay Sacrificio sin sacerdocio”. Entre ambos términos existe una relación trascendental, esencial. (…)
Disminuir, amenguar la expresión de nuestra fe en tales realidades que constituyen la esencia misma del sacrificio que nos legó Nuestro Señor Jesucristo puede llevar a las consecuencias más desastrosas, porque el Sacrificio de la Misa es el corazón, el alma, la fuente mística de la Iglesia”. (Mons. Marcel Lefebvre, Conferencia pronunciada en marzo de 1971 en el retiro sacerdotal de la “Asociación de Sacerdotes y religiosos San Antonio María Claret” de Barcelona).


“La vida del hombre no se puede concebir sin la presencia del sacerdote; él nos acompaña desde el nacimiento hasta la muerte; él bautizó nuestra alma, la purifica en el sacramento de la penitencia, la alimenta con la Sagrada Hostia, la ilumina con el catecismo y lo hace cada Domingo por el sermón; él celebra el Santo Sacrificio de la Misa que tanto necesitamos, él da la bendición a los esposos, él guía por sus consejos, todos los días reza por sus ovejas, y estará presente cerca de ustedes en el momento de su agonía y de su muerte”.
(“La vocación sacerdotal o religiosa”, R. P. Bertrand Labouche, FSSPX).


Olvide el lector todo lo que acaba de leer, por lo menos cuando se siente a ver una película norteamericana donde aparezca un sacerdote, ya que todo ello –salvo alguna que otra excepción- brilla por su ausencia. Como afirma otro sacerdote: “Hoy en día, el sacerdote se ha convertido en un animador, un asistente social, y a veces en un líder político. La dimensión sobrenatural de su misión pasa en silencio” (R. P. Bouchacourt, FSSPX).

En el cine yanqui el sacerdote llega a ser hasta un showman y, cómo no, siempre un contemporizador con las religiones que viven en el error. Al fin y al cabo, el cine norteamericano era ecuménico y debía ser visto con agrado por todos, fueran éstos católicos, protestantes o simples admiradores de las “estrellas” protagónicas. Nada de mostrar la Santa Misa, ni al sacerdote en sus rezos. Mucho más raro aún la predicación del Evangelio de Cristo. ¿Para qué? Es más divertido verlo cantando (jazz, no misa en latín) o dando de comer a los hambrientos, cosa que cualquiera puede hacer pero que acerca al cura más al sentido inmanente y socialistoide de la religión moderna. Otras veces sacará a los chicos de la calle…para volverlos unos perfectos ciudadanos creyentes del “americanismo”. Y no será raro verlo vestido como cualquier hijo de vecino, para asimilarse mejor a estos tiempos de apostasía. Hoy los curas con sotana aparecen sólo en los chistes blasfemos de Página/12.

Si para San Leonardo de Porto Maurizio la Misa es “nada menos que el sol del cristianismo, es el alma de la fe, el corazón de la religión de Jesucristo; todos los ritos, todas las ceremonias, todos los sacramentos a ella se remiten. Es, en una palabra, el compendio de todo lo que hay de hermoso y de bueno en la Iglesia de Dios”, la religión en el cine norteamericano puede pasarse sin ella, y, más allá de cómo y en qué circunstancias ubique al sacerdote, es capaz de presentar cincuenta años de la vida de un sacerdote sin mostrarlo jamás celebrando Misa, ni bautizando, ni rezando su Breviario, ni enseñando la doctrina, ni convirtiendo a los infieles, ni confesando, y a pesar de eso proponerlo como ejemplo del buen sacerdote (“Las llaves del reino”).

De manera que muy raramente el cine llamado “religioso” sabrá afrontar el misterio que encierra la vida sacerdotal. El americanismo ha pegado fuerte y el cine es reflejo de ese compromiso del catolicismo con el mundo, que en el norteamericano puede verse en su énfasis en la libertad religiosa, y en su optimista expansión exterior a través de la acción en detrimento de la contemplación, secularizando el verdadero cristianismo hasta disolverlo entre todas las religiones. Al respecto viene bien recordar estas palabras de San Pío X: “Indudablemente la compasión que mostramos hacia los pobres, aliviando sus necesidades, es muy encomiada por Dios, pero ¿quién negará que ocupa un puesto mucho más eminente el celo y esfuerzo que se endereza a instruir y a persuadir y de este modo colmar a las almas, no de los bienes pasajeros de la tierra, sino de aquellos que duran para siempre?” (Encíclica sobre la enseñanza de la doctrina cristiana, 15 de abril de 1905)

En fin, haremos un repaso somero pero creemos que bastante representativo de cómo la mentalidad liberal del católico americano, influido por los protestantes y los agnósticos, más el hebraísmo de las compañías productoras y la influencia de la masonería, ve al sacerdote a través del cine. Por supuesto, hay sus magníficas excepciones que es justo declarar, con los reparos correspondientes. Pero es interesante ver qué poca posibilidad había en el cine clásico –y casi nula hoy en día, salvo un muy inteligente camouflage- para abordar seriamente temas que al público católico bien formado –y por lo tanto bien dispuesto- podría interesar. Hitchcock, para mentar un caso, debía disfrazar su obra mediante el género de misterio o “suspenso” para así poder incluir una lectura profundamente moral que soportara la censura implícita del establishment hollywoodense. Hubo otros casos de films laterales donde podía darse el caso, pero siempre fuera de las autopistas más transitadas.

El balance, desde luego, es negativo, pero a esta altura nadie puede sorprenderse. Hemos limitado nuestro estudio al cine estadounidense en primer lugar porque es el cine por excelencia, nos guste o no, luego por ser muy vasto su campo de acción y, también, por su repercusión hasta el día de hoy, donde tales films cuentan con mayor accesibilidad que el cine clásico español, italiano o francés.

"Forja de hombres" (Boys Town) con Spencer Tracy, 1938. El cura como asistente social y la libertad religiosa para tener cualquier religión o "incluso no tenerla".

Spencer Tracy en "El diablo a las cuatro" (Mervin Le Roy, 1961). Buena película donde un sacerdote venido a menos recupera el sentido del sacrificio a raíz de la erupción de un volcán en una isla. Podría haber sido mejor con un director más talentoso y un poquito católico.
 
 
Bing Crosby en "Las campanas de Santa María", liberalismo católico de la mano de Mc Carey, con una monja moderna interpretada por Ingrid Bergman.



Gregory Peck en "Las llaves del reino", un cura que no celebra misa, no confiesa, no reza, no predica, y hasta se niega dos veces a convertir a dos hombres, uno de ellos en su lecho de muerte. Eso sí, de vez en cuando pone cara de buen chico y recita algun versículo sobre una pradera en China. Vergonzosa película de John M. Stahl.


El cura antiguo retrógrado y el nuevo cura moderno, canchero anticipándose al concilio: Bing Crosby en la exitosa "Siguiendo mi camino" (también llamado El buen pastor), de Leo McCarey.


Henry Fonda y Dolores del Río en "El Fugitivo" de John Ford. Un cura perseguido, timorato, inseguro, pero así y todo queda firme la figura del sacerdote como hombre de Dios. A Dios gracias no le permitieron a Ford ser más fiel en su película a la novela de Graham Greene.


Un cura que llega a Cardenal en "El Cardenal" de Otto Preminger, película ultraliberal muy recordada por su hermosa banda sonora. Democracia en la Iglesia.


Seguramente la mejor representación cinematográfica de un sacerdote en el cine americano: "Yo confieso" de Alfred Hitchcock, centrada en el secreto de confesión y la Pasión que sufre el cura como otro Cristo.


Frank Sinatra canta un poco vestido de cura en "El milagro de las campanas" de Irving Pichel, una película boba y sentimental, pueril y por momentos simpática. En el fondo perversa.


Dirk Bogarde hace de cura en "El angel vestido de rojo", de Nunnally Johnson (guionista también de Las llaves del reino). Película desarrollada en la España de la guerra civil, antifranquista y revolucionaria. Está todo dicho.


"Angeles con caras sucias" de Michael Curtiz. Una historia interesante con un final rebuscado y torcido. No convence. Se nota que el director no es católico.


Ward Bond es el cura en "El hombre tranquilo" de John Ford. Puesto en igualdad con el pastor protestante, son intercambiables.
 
Otra excelente demostración del catolicismo de Hitchcock: programa de TV "Alfred Hitchcock Presenta", episodio "The Horseplayer". El cura arrepentido (Claude Rains) pide perdón y consejo al obispo paternal y sensato, parecido en su figura a Mons. Fulton Sheen.



Bogart es un mercenario que se hace pasar por cura para salvar su vida, en una misión católica de China. Nadie se da cuenta. Finalmente descubierto, es tratado como un héroe. Nuevamente aparece el pastor protestante como un igual y hasta dando consejos a los católicos. Una estupidez increíble llamada "La mano izquierda de Dios", de Edward Dmytrick (que hizo una interesante película The reluctaint sant).
 
El cura de "Donovan's Reef", de John Ford, una figurita decorativa. Obsérvese el cementerio ecuménico que tiene junto a la capilla. Película vergonzosa.



"El Exorcista" de William Friedkin. No es del todo ortodoxa, pero muestra muy bien la corrupción del clero tras el concilio. El Padre Merrin está basado en Teilhard, ¿tal vez por eso es vencido por el demonio? Excelente película, concede mucho al espectáculo, seguramente porque Friedkin no comprende demasiado el problema teológico que plantea un resabiado de liberalismo como Blatty.


Donald Pleasence en "El príncipe de las tinieblas", de John Carpenter. Película maniquea, gnóstica, donde el sacerdote es más ignorante que el científico y finalmente legitima un sacrificio que no tiene final cristiano. Un disparate, ciertamente muy bien llevado por el maestro de los films de horror.


Robert De Niro es el sacerdote, Robert Duvall su hermano policía, en "Confesiones verdaderas" de Ulu Grosbard, 1981. Una historia muy interesante no muy felizmente resuelta por el director. Está bien mostrado el liberalismo de la Iglesia en USA.



Antonio Banderas en "The body", película judía anticristiana, realizada para difamar la Resurrección de Nuestro Señor, cuestionar la Sábana Santa y repudiar a la Iglesia.


"Los crímenes del Rosario", policial dirigido por Fred Walton. No tiene nada de religiosa, el cura que interpreta Donald Shuterland no aporta nada importante en cuanto cura, más bien parece estar a punto de dejar los hábitos detrás de una mujer que le hace la cabeza toda la película.


"La Misión" de Roland Joffé, otro director de izquierda y agnóstico puesto a filmar una historia católica. Sentimentalismo puro, poca convicción. El cura lleva la custodia con el Santísimo como avergonzado. Tendría que haberla hecho Mel Gibson, pero en esa época sólo era el policía Riggs.


El curita de "Gran Torino", del anticatólico Clint Eastwood, película controversial debido a su final. Nuevamente la figura del cura aparece deslucida, titubeante, sin bríos ni letras. Desde luego con muy buenas intenciones.


"La duda" de John Patrick Shanley, un cura sospechoso pero moderno. Una película que sólo siembra dudas, en un ambiente de los años '60 ya afectado por los cambios conciliares.


Tom Wilkinson en "El exorcismo de Emily Rose", una buena aproximación aunque un tanto oscura y deslucida a las pruebas que debe afrontar un sacerdote a raíz de un exorcismo.


Uno de los curas de Carpenter en "Vampiros". Éste es un reverendo hijo de... El otro es un curita debilucho y pusilánime al que el protagonista se la pasa insultando y pegando. Nuevamente el gnosticismo de Carpenter que usa a la Iglesia como él quiere.

Antonhy Hopkins realiza una excelente interpretación en la reciente "El Rito", película modesta pero claramente católica.